Luis Fernández Bayón, de la asociación Igualdad es Sociedad (ASIES), es un firme defensor de los espacios mixtos para alimentar el feminismo. «La lucha por la igualdad tiene que implicar a los hombres y a las mujeres, porque también nosotros jugamos un papel importantísimo», asegura.
En la semana del 8-M, a las puertas de la huelga feminista, cuando las reivindicaciones de las mujeres hallarán escaparate con marchas y movilizaciones en la calle, hay hombres que se suman a la causa.
«También nosotros tenemos que adoptar un papel activo. Siempre un paso por detrás, porque no hemos venido a ocupar el espacio de nadie, porque son las mujeres las que han encabezado la lucha y tienen que seguir haciéndolo, pero es necesario demostrar que la igualdad es una preocupación compartida. También los hombres nos tenemos que implicar, porque es algo que no solo beneficiará a las mujeres que están a nuestro alrededor –nuestras parejas, nuestras hijas–, sino que también será beneficioso para nosotros».
Fernández Bayón, también secretario de Educación e Igualdad del PSOE de Valladolid, recorre con ASIES colegios y facultades, con talleres y charlas, para defender que ellas (y ellos) han de estar implicados en el trabajo por la igualdad. «Los hombres debemos darnos cuenta de nuestros privilegios, de que tenemos una serie de beneficios por el mero hecho de haber nacido varón», dice. Y continúa: «Históricamente, el hombre era el proveedor, el que tenía las cargas, el que en el hogar impartía justicia, el que no expresaba sus sentimientos. Todo eso cambia. Si un hombre no se coge el permiso de paternidad, no es cuestionado por la sociedad; si lo hace una mujer, se la etiqueta de mala madre. Nadie recrimina al hombre que no cuida, que no trabaja en el hogar. Habitualmente, nosotros hacemos las tareas de casa que se visibilizan (la compra, llevar a los hijos al colegio), ¿pero qué pasa con las tareas ocultas: con la plancha, la limpieza del baño?», se pregunta.
Pablo Redondo, profesor de la escuela pública, maestro en Santovenia (ahora liberado por CC.OO.) asegura que «educar en los valores de igualdad pasa necesariamente por el feminismo, que no es pisar al hombre, colocar a la mujer por encima, sino conseguir que ellas ocupen el lugar que les corresponde». Y para ello hay que incidir desde el colegio, «desde la más tierna infancia», porque ya ahí se empiezan a ver conductas que contribuyen a perpetuar roles, «como vestir a los niños de azul o a las niñas de rosa. O como el poder que tiene el balón en los patios, usado mayoritariamente por los niños para jugar al fútbol y que se come casi todo el espacio, con lo que apenas deja sitio para otro tipo de juegos».
Redondo reconoce que la educación es el «principal factor de cambio», pero entiende que el esfuerzo no debe recaer exclusivamente «en la buena voluntad del profesorado», sino que se hace necesaria una intervención en el currículum o los libros de texto. Por ejemplo, para que el papel de las mujeres sea reconocido también en la Historia, la Ciencia, la Literatura. «Los referentes femeninos brillan por su ausencia, las niñas –y también los niños– deben conocer diferentes modelos de mujer», apunta Redondo.
«El entorno educativo y universitario es una burbuja. Allí los chicos y las chicas perciben que hay una igualdad total. Y es así. Pero se desvirtúa cuando dan el salto fuera», asegura José Miguel Gutiérrez Pequeño, profesor de Sociología en la Facultad de Educación y Trabajo Social. «Fuera del sistema educativo constatan la desigualdad. Por ejemplo, en los procesos de selección laboral. Ellas se dan cuenta de que no solo se mira la competencia y el expediente académico, sino que también se fijarán en si tienen pareja, si van a tener hijos. Y eso no ocurre con un hombre. También tendrá más difícil acceder a cargos en las empresas, en los equipos directivos. Se les exigirá horas y se les cuestionará por la conciliación», apunta Gutiérrez. Redondo ahonda: «Desde la escuela se trabaja para que no existan esas trabas a la igualdad, que todavía vemos en la brecha salarial, en los mensajes discriminatorios, en una pretendida superioridad que los hombres (y aquí me incluyo)defendemos a veces, porque así nos han educado durante muchos años, y a veces nos descubrimos en algún comportamiento machista que tenemos que erradicar», añade.
«El otro día hablaba con una alumna y dijo: 'El cambio de la sociedad española o es feminista o no habrá cambio'», rememora Gutiérrez. Y disecciona la sentencia:«Los hombres ya ocupamos todos los sectores. Y hay que compartir esos espacios con las mujeres. No hay que dar un paso al lado ni que ceder nada, sino compartirlo todo. La justicia social y la igualdad pasan por eso». «A veces en las noticias vemos que hay adolescentes que controlan a sus parejas con el móvil, que hay un repunte de violencia de género entre los jóvenes, pero la percepción que tengo desde la Universidad es que llegan mucho más sensibilizados que hace veinte años. Es posible que vengan en peores condiciones desde el punto de vista del currículum oficial, pero la sensibilidad social ha avanzado muchísimo. Y eso, aunque en ocasiones, y todos lo hacemos, se reproduzcan los estereotipos de una sociedad machista».
Frente a esta situación, Redondo lamenta el auge de movimientos que desvirtúan el feminismo y la igualdad. «Estamos en medio de una campaña peligrosa. Se empieza a bromear con cosas que a la mayor parte de los hombres nos sonrojaban, como el lenguaje no inclusivo, como los chistes machistas. Aquello que ya se ha conseguido, que tanto ha costado conseguir (sobre todo a las mujeres), se empieza a poner en duda. Si nos descuidamos, veremos la marcha atrás en muchos derechos», alerta.
«Pese a los grandes pasos que se han dado, estamos involucionando», advierte Fernández Bayón. «Es algo impensable que haya partidos políticos que empiecen a cuestionar la violencia de género o el papel de los feminismos. El feminismo es la búsqueda de la igualdad. Como en todo movimiento, puede que haya posturas más extremistas, pero el objetivo es la igualdad. Y no se puede desvirtuar eso, no se puede comprar el discurso del neopatriarcado sobre lo que significa el feminismo», añade el portavoz de ASIES, quien lamenta que todavía existan «pies de barro y techos de cristal». ¿Y ante el 8-M? «Soy bastante crítico con los días D. Entiendo que hay que dar visibilidad social, que está bien que se hable del Día de la Mujer, del VIH, de la infancia. Pero tenemos que preocuparnos por lo que ocurre los otros 364 días del año», concluye Gutiérrez Pequeño.