Cada vez son más los hombres que se declaran en favor de la igualdad, pero la falta de tradición y los prejuicios convierten su causa en una tarea doblemente complicada:
La Real Academia Española define el feminismo como el "movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres" y también como una "doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres". Nada de "asaltar el poder" ni "odiar a los hombres". En resumen, se trata de un concepto que a priori no admite mayor discrepancia que la que cabría esperar de algo tan natural como la igualdad de oportunidades en un mundo desarrollado. Pero a diferencia de otros conjuntos de ideologías y movimientos contemporáneos, al feminismo siempre hay que interrogarlo dos veces. ¿Por qué un término con una definición tan clara se entiende tan mal?
Quizás encontremos la respuesta en las palabras de hombres que sí comprenden la naturaleza del concepto. Ander Bergara, técnico de Emakunde (Instituto Vasco de la Mujer) y coordinador de Gizonduz, un programa dirigido a implicar a los hombres en favor de la igualdad, asegura que el género masculino "es parte del problema, luego también tiene que serlo de su solución".